lunes, 20 de abril de 2009

el beso de la morena





Cuando el doncel descargó sus armas, deshizo su armadura y sumergió su cuerpo en el agua olorosa por miles de flores, abrió el libro de amor por cualquier página, comparando sus salmos con las azoras conocidas y comprendió, que había ofendido a los justos y a los inocentes.
Trece padrenuestros habían sido rezados en su diario camino y en el nombre de sus creencias había ofendido a sus semejantes, desafiado a los infieles y herido a los sombríos. Comprendió que las rectas reglas de las palabras hablaban de amor y que su única dádiva ofrecida había sido el rencor.
Cubriendo su cuerpo con la túnica blanca, se calzó las sandalias y recogió tres ramas de olivo, dos ánforas de agua y un gran pan blanco de esponjosa miga. Salió a la calle y se juntó con los que en la hoguera calentaban sus cuerpos. Reconoció a los que el miedo atenaza sus grandezas, a los que por sus ideas a él temían y a los que no creían y cuyos corazones estaban vacíos de ilusiones, de vida después de este mundo y de humildad.
Ofreció la rama de olivo a todos los que la quisieron, pidiendo perdón por sus malos actos, compartió el vino y el pan y regaló historias de amor y de gestas a cuantos le quisieron escuchar en aquella noche sentado en la hoguera bajo el cielo majestuoso del desierto.